López Lardiés, Hilario. (01/01/1981)
Pues en mi acordanza cuando yo era joven, y ya muy niño, había mucho de aquello que venían enfermos, que se llamaban espirituadas. Venían de lejanas tierras y, por fin, creíamos que se curaban porque las veíamos, sobretodo en el puerto, iban sujetadas, aquellas personas enfermas por sus maridos, por sus padres o hijos. En fín, hacían una fuerza feroz para sujetar a aquel enfermo. Hasta a veces se quitaban los calzaos y por encima de la peaina se veían volar. Hasta incluso se despojaban de sus vestiduras. Y cómo era lamentable, era llegar al altar, a la iglesia del puerto, donde allí al sacar la reliquia de la peana entonces se quedaban allí y luego se lo recogían los familiares que los acompañaban y ya no se veía nada en todo el día y creíamos que se habían curado.