Daban misa en la ermita y partían de aquí. Tomaban la comunión en la ermita y marchaban. Y pasaban por Villamana, después [Cambul], después Viu, a caer a Yeba, después Viu y después Alastruey de Sastral.
Y al regreso, pues al revés, venían por Viu, por Yeba, por Cambul, Villamana y a parar a la ermita San Úrbez.
Iban pues a pie, descalzos, de la rodilla p’abajo sin nada. Con un hábito, una gallata y una mochila, digamos. Y la cabeza descubierta. Y en Viu entraban por una puerta y salían por otra, de la casa.
[Donde estuvo San Úrbez].
Y en Arbella salían los romeros vestidos de mi casa, de casa Allué. O sea casa […].
Y cuando salían de Nocito pues la misma operación. Tomaban la comunión en la ermita de San Úrbez y marchaban por Panillo a Laguarta. Después ahí yo no sé si pasaban por Secorún, por la Sierra de Secorún pasaban, ahora por el pueblo no sé si pasaban. Y a Nocito. La pardina Torre, eso yo ya no sé decir si han entrao u no han entrao. Y a Nocito. Y allí celebraban misa que creo, yo tengo oído decir que no podían abrir la ermita si no tenían tres llaves. Una estaba en Huesca, otra estaba en Laguarta y la otra Bespén o Angüés, un pueblo de esos.
[¿Del Somontano?]
Del Somontano. Y hacían noche allí. Y al día siguiente celebraban misa y partían de allí por el mismo sitio a dormir a casa de Don José Laguarta. Y allí cenaban y allí dormían. Y al día siguiente salían de Laguarta […] No podían… porque los romeros tenían que ir a una distancia de diez o quince pasos y no podían hablar nada el uno del otro. La única cosa el de atrás, el que iba detrás, si se alcontraba mal o algo, una pequeña piedra la cogía y se la tiraba a l’aotro. Para avisá-le que se encontraba mal, pero hablar no podían hablar.