"Pués mira, San Viturián era un santo que lo quería Santa Maura. Y San Viturián no quería a Santa Maura. Y él, el pobre, hay una ermita que le dicen La Fuen Santa, y dice que tenía mucha sed, mucha sed. Y coge, y él, con el mismo bastón que llevaba, coge y pega tres trinchazos pa que saliera el agua, allí, y claro, la Santa Maura pues tenía tanta sed que se quedó adormida allí, en aquella fuente. Y, y él, pues marchó, marchó, por separarse de ella, que no quería saber nada de él. Y bajó. Pasó por Cuello Miguel Correu y estaba allí un señor sembrando mijo, y le dijo, le dijo: "Oiga señor, ¿qué está haciendo?" Dice: "Sembrar mijo". "Pues bueno, le voy a decir una cosa: Si pasa aquí una mujer, preguntando por Vituriano, le diga que el día que sembró este mijo, pasaba, pasó por allí, y usted mañana venga a sacar el mijo, que ya lo tendrá seco".

Y claro, pues la Santa Maura, pues venía y: "!Vituriano, Vituriano, Vituriano!" Y bien, bien, no le contestaba, y él estaba en la cueva, arriba en la espelunga, que le dicen, una cueva que había, y había una piedra redonda allí, y estaba sentau, y dice que lo sentía que lo llamaba Vituriano, pero él se tapaba los oídos por no sentir a ella, que no la quería, que ella quería a él, pero él no quería a ella. Y nada, dispués esa Santa Maura vino a aquí, a Santa Maura, aquí debajo, a Santa Maura, y ahí dice que ya se va morí. Pero San Viturián se quedó allá, allá en San Viturián. Y venga llamalo: "!Vituriano, Vituriano" Y él se tapaba los oídos por no oirla."

• SATUÉ OLIVÁN, Enrique. Archivo Enrique Satué Oliván. Testimonios de aquel Pirineo. Archivo sonoro, 2000-2007.
• SATUÉ OLIVÁN, Enrique. Siente. Testimonios de aquel Pirineo. Zaragoza: Prames, 2016.