Siempre a Jesús poderoso
amasteis de corazón:
dadnos, Vicente glorioso,
la paz y la salvación.
Pedimos sincero acierto,
hermosa flor de las flores,
para poder, con contento,
agradecer tus favores
y cantar vuestros honores
con un limpio corazón.
Cuando en Zaragoza estabas,
ya de diácono sagrado,
por orden desenfrenada
sois a Valencia llamado.
Tu corazón fue entregado
al Dios de vuestro amor.
En una cama de hierro
de agudas espinas llena,
y debajo un gran brasero
con fuego, para más pena,
ponen vuestro cuerpo en ella
con bárbaro corazón.
En el fuego con frecuencia
echan derretido sebo,
a fin de que la dolencia
penetrara hasta tus nervios;
sufristeis el dolor fiero
con tanta resignación.
En un calabozo oscuro
de vidrios todo sembrado
condujeron los verdugos
tu cuerpo ya tan llagado,
mas ellos han resultado
flores de satisfacción.
Aquellos cascos de vidrio
se convirtieron en flores,
viniendo del cielo alivio.
Luego para tus dolores,
recibisteis mil favores
de la celestial mansión.
Hablaste con el valor
propio de tu fortaleza,
y contra ti redobló
el verdugo su fiereza.
A la madre de pureza
azotan sin compasión.
Reunidos muchos fieles
de esta católica villa
hoy a visitarte vienen
a vuestra hermosa ermita,
honrando las maravillas
por tu santa perfección.
Recibid esta visita
que os hacen los de Capella,
y os felicitan en ella,
pidiéndole a Dios los bienes,
eternos y temporales,
por tu santa intercesión.