Lacambra Vidal, José. (07/06/2021)
La buena viene ahora. En aquellos tiempos mataron un hombre en Mediano. Y no saben… Entonces no se corría las noticias como ahora, pero no sé cómo, llegó la noticia que habían matau un hombre en Mediano. Y mi suegro… Ay, mi abuelo, como era tan hablador, pues…
― Oye, que l’otro día hace pocos días va pasar un ombre por casa que parecía un fugitivo.
Entonces no sé quién lo oiría, que de allí unos días le llega una carta de Huesca como que se presente en la cárcel de Huesca a las doce del día. Con que bueno, pobre hombre, fijate sin coche ni… Pues tiene que brincar a las cuatro u las cinco de la mañana, bajaría a Perarrúa, cogería el coche de caballos, y se bajó a su hijo que tenía once años. Y bueno, iban pa Huesca, no sabían lo que, lo que pasaba, llegan allí y dice:
― A ver, ¿usted conocería el personaje que pasó por su casa?
Dice:
― Sí.
Y dice:
― Venga, pues venga conmigo.
Lo llevan a una celda, donde había un preso:
― ¿Este es el que pasó por su casa? ¿Lo conoce?
― No, no, este no.
Bueno, pues van a otra, y le dice:
― ¿Conoce a este?
― No, no, tampoco.
Y lo lleva a un tercero. Tres. Y no, no había Dios que… Con que…
― Ya se puede marchar.
A las doce del día, ya terminau, y dice:
― ¿Y qué haremos ahora? ―Con el crío allí, y dice― No sale el coche hasta las cinco la mañana, las cuatro la mañana. ¿Qué haremos aquí a la tarde y to la noche? Bueno, ¿sabes qué? Vamos a ir marchán.
Emprenden el camino, cara a mi pueblo desde Huesca, y el zagal pues, once años, pues, cuando llegaron a Siétamo ya estaba cansau. Luego llegan a la recta de Velillas, eso me lo contaba mi tío cada vez que iba a Huesca con él, dice:
― Ai! M’acordo d’esta recta!
Cansau de caminar y ve ixa recta tan larga, pero el abuelo lo animaba, y le dice:
― Mira, en pasar ixa recta, ya verem al Pueyo, enseguida estamos al Pueyo. Venga, ala! ―Ir marchán, venga a marchar―. Veis, cuando lleguem al Pueyo, ya está Barbastro allí, y ala!
Pero que se hizo de noche, claro, y to la noche andando, aquellas carreteras, cara arriba por San Roque, y animando al crío:
― ¡Venga! ¡venga!
Con que sí, sí, por fin llegaron a las once la mañana, y el crío muerto ya, que no podía más, se fue a la cama enseguida. Y el abuelo:
― Bueno, yo me echaré un bocau y me’n voy ta’l uerto a ver si foi algo por allí, a picar al uerto.