Lacambra Vidal, José. (07/06/2021)
Me salió, “Castillón” de Caballera, una casa buenisma, elegante.
[Pa estar de criau?].
Sí. Me quería afirmar, digo:
― Bai, no!
― Sí, hombre, sí, va, venga.
Y yo me ocurre decirle:
― Bueno, mira, si quieres que venga me tiens que dar mil euros. ―¡No! Diez mil pesetas―.
― Oh, oh, bueno, pues au, de acuerdo.
Cagüendiez, me va coger la palabra. Y tuve que estar allí un año, por diez mil pesetas. Y la gente decía:
― Oh! Castillón tiene buen criau, pero tamé el paga, eh! Mecagüendios diez mil pesetas! Ostia!”
[Le va merecer la pena dixar lo de carbonero perque le van dar lo que va pedir, claro].
Sí, pero es que yo pensé que era un precio bueno pa entonces y me cogieron la palabra, digo, pues venga. Y allí estuve el año, y pa’l año siguiente me querían a to trato y yo: “No, no, no…”. Y al año siguiente, dos años dispués, me viene la dueña Castillón allí al banco, a caballo en la burra, llega allí.
― Oi, siña Adolaida.
― Sí, vengo a ver-te. Vengo pa afirmar-te.
― Ah, sí? Pues no, no me quiero afirmar.
― Sí, sí tiens… M’ha dicho Joserito ―su hijo― m’ha dicho que t’afirme.
― Que no, que no me quiero afirmar.
Bueno, al fin le digo:
― Mire, si quiere que venga, veinte mil pesetas, y na más.
― Oi, no, no…
― ¡Pues nada!
― No me dejarías…
― ¡Nada!
Y por fin no fui, no me las quiso dar. Ahora veinte mil pesetas, de un día. Entonces, de san Miguel a san Miguel, un año. ¡Y duro, eh! Era duro porque tenía un patrimonio terrible, y con un par de mulas como dos camiones. Y toda la collera, y a la espalda, y la albarda, y venga y… Cogían como un vagón de trigo, un vagón de grano, y toda la carga con las caballerías a Santa Liestra. Y era muy sacrificau.