Torres Rubiella, Raquel. (26/07/2021)
Zincuenta y dos zagalas, iba yo. Ojo, eh! Pa una maestra sola pa to, la gran, la chicota, la otra, la otra… Y no como ahora primer… Sí, eba a su manera tamé eba el primero, segundo, el último. El que entraba, pues a vezes las grandes tenebas que da de leer a los chicoz, porque es que la maestra no daba de sí más.
[Teneban que llevar la lleña, tamé?].
Ah, sí! Una carga leña cada uno y a enzender la estufa to los días, los críos. Digo, tamé ahora, algunos se llevan a cacerolazos los padres a la maestra, joder! Había que encender la estufa leña…!
[Teneban que dir algo cuan llegaba la maestra?].
Sí, hombre. Llegaba y siempre dezía: “Buenos días”. “Buenos días”, y después mos feban rezar. M’acordo que diban:
“Os damos gracias, señor / porque nos habéis asistido / en nuestras luces os suplicamos / que continuéis… ―no m’acordaré de acabar-la!― al fin de que / las cosas que aprendimos…”
Ya no m’acordo. Y cuan mo’n iban:
─Usted lo pase bien.
─Buenas tardes, usted lo pase bien.
Y cuan pasaba el cura y pasaba la maestra, correr a ellos:
─Usted lo pase bien ─en la calle. Anda que, y cómo te disen d’ir a la maestra, ¡prepárate! Porque si te pegaba una bofetada la maestra y le’n dibas, en casa te’n daban dos.
[Anda].
Ah, no!
─Algo l’abrás fecho! ─Toma, jódete y baila. Así como ahora to son trisquillas, allí no en aeba otros bailes que defendemos nosotros mismos, o sea... Y a callar! Y no contar muchas cosas porque ya sabes lo que te iba.
[Le feban trastadas a la maestra?].
No.