Mocetas de Coscullano,
de Labata y Ballobar.
Ay, chévere, chévere, chévere,
Ay, chévere, chévere, chon.
¡Qué bien vive Loporzano
de Quicena y Bellestar!
Os cuento la triste historia
de Lorenceta Pulida,
una moza muy dispuesta
del pueblo de Santa Cilia.
Manteneba relaciones
con Sebastián de Fencejo,
un mozo mayor de mulas,
más tieso de todo el pueblo.
Era Sebastián un mozo
más trabajador que el cierzo,
conocedor de los mulos,
del carro y el roscadero.
Sin embargo, pa las letras
era una miaja cerrau,
pues le estorbaba lo negro,
lo escribido y lo imprentau.
Todo era felicidad
entre tan güena pareja
y decidieron casarse
después de la sementera.
Pero pronto la tragedia
sin remisión les cayó,
al comprar, donde serviba,
en vez de mulas, tractor.
Como Sebastián, el pobre,
no sabía ni la i,
tuvo que marcharse a Huesca
como peón de albañil.
Ya que como trautorista
no se podeba quedar,
porque exigiban carné
y no lo pudo sacar.
Se despidieron muy tristes,
jurándose mil amores,
y ella se quedó en el pueblo
atendiendo sus labores.
De momento to fue bien,
y el amor era un derroche,
le mandaba los recuerdos
con el cobrador del coche.
Con el tiempo, al paicer,
la cosa se fue enredando,
Sebastián a Lorenceta
poco a poco fue olvidando.
Yera Sebastián un mozo
de planta muy fuerte y fina;
muy pronto alcontró acomodo
bailoteando en la piscina.
Una moza montañesa
que en Ayerbe iba servido,
lo agarró bien agarrau,
lo quereba por marido.
Mientras Lorenza, ¡infeliz!,
no paraba de pensar,
encontrar en Huesca un piso
para poderse casar.
Muy pronto las malas lenguas
le llevaron la noticia:
Sebastián iba con otra
y a Lorenza no quería.
Ta Huesca, toda dolida,
subió por explicaciones,
y en los porches del mercau
rompieron las relaciones.
Lorenza, desesperada,
por tan grande traidoría,
entre lágrimas y chillos
quiso quitarse la vida.
Primero probó, la pobre,
a beber agua del grifo,
y no consiguió otra cosa
que ir to el día de corrido.
Por el puente el Diablo abajo
también se tiró al Isuela,
cayó encima de un gitano
que estaba segando hierba.
Como de estos vituperios
salió adelante ilesa,
ta Barcelona se’n fue
por no sufrir más afrentas.
Perdida y abandonada
por un amor tan mezquino,
se ha corrido por ahí
que vive en el barrio chino.
Doncellas que me escucháis,
a todas os recomiendo:
los novios los mantengáis
bien sujetos d’o cabestro.
Así termina la historia
de Lorenza y Sebastián:
dos mozos que se frustraron
por no saber ni la a.