Águeda, flor de las flores
y de las flores más bellas,
primavera de los campos
entre rosas y azucenas.
Mira quién te viene a ver:
un galán de lejas tierras;
viene a darte la embajada
y también la enhorabuena.
Llevas zapato picado
que ni a tres puntos no llega,
las medias de nácar fino,
los atapiernas de seda.
Tienes una cinturita
que pareces una reina,
a la Reina de los cielos
pero no a las de la tierra.
Tus pechitos son más blancos
que la nieve que copea;
gargantilla de corales
todo tu cuello rodea.
Tu barba es una manzana,
¡Dichoso quien la comiera!
Tu boca es un vaso de oro,
tus dientes, menudas perlas.
Tus narices son dos caños
que oro fino mana de ellas,
tus ojos son dos luceros
venidos de lejas tierras.
No me canso de alabar
a esta pulida doncella,
no me canso de alabar
a esta pulida doncella.
El romance se ha acabado,
no se ha dicho por quién va:
por santa Águeda gloriosa
y el patrón san Sebastián.