Polonia, virgen y mártir
de Alejandría, su patria,
fue de padres muy cristianos
y la educaron muy santa.
Su vida fue siempre pura,
sus amigas muy cristianas,
el trabajo, su encanto,
siempre limpia en sus palabras.
Sirviendo a Cristo el Señor
llegó a una edad avanzada;
en todos sus desconsuelos
el Señor la consolaba.
Y llegó un día la prueba,
la prueba tan deseada:
sufrir por Cristo el amado,
pensar en su cuerpo y alma.
Ante el cruel emperador
fue vilmente denunciada,
pues servía a Dios del cielo
como fiel, como cristiana.
El tirano cruel ordena
que al ídolo venerara,
mas Polonia le responde
que a su Señor solo amaba.
No contenta con respuesta
tan valerosa y tan santa,
a todos los que la oyen
de esta suerte predicaba:
«Solo a Cristo adoraremos,
porque es la verdad sin mancha;
los ídolos de la tierra
son apariencias que engañan».
Enfurecido el tirano,
de repente ordena y manda
que sus dientes y sus muelas
sean al punto arrancadas.
Por eso es santa Apolonia
protectora y abogada
de los dientes y las muelas,
dolores fuertes que amargan.
El tirano enfurecido,
al ver tan noble constancia,
enciende una gran hoguera
para quemar a la santa.
Polonia, que vio encendidas
las devoradoras llamas,
se detiene y toma fuerzas
para arrojarse a las brasas.
Polonia ya está en el fuego
y esforzadamente canta
los amores que el Esposo
dispone para su alma.
Sube su inocente espíritu
a las eternas moradas,
donde ruega por nosotras
para que seamos santas.
Polonia, patrona nuestra,
vuestras hijas os aclaman,
porque bajo vuestro manto
queremos ser colocadas.
Con esta hay que darte adiós,
Polonia, la flor de España,
con esta hay que darte adiós,
Polonia, la flor de España.
Hoy es día de Santa Apolonia,
que grandes tormentos por Dios padeció:
le arrancaron los dientes y muelas,
de ello es abogada nombrada por Dios.
Le rendimos honores y gloria,
le damos contentos nuestro corazón.