Posee planta rectangular de una única nave con ábside semicircular orientado al sureste, de menor anchura que aquélla debido al corto tramo presbiterial. Está realizada en mampostería.
El muro ha sido alargado en su longitud hasta cerrar de nuevo el recinto en sentido opuesto al de la cabecera. Por la calidad de los materiales y su colocación resulta evidente que se trata de un alargamiento posterior, seguramente para facilitar el encierro de animales en el lugar.
No se puede determinar el modo de cubrición de la nave ya que no queda en esta parte el más mínimo vestigio de bóveda o techumbre.
En la cabecera restan vestigios del apeo de una bóveda sobre la roca.
Al estar adosada a la pared del acantilado, esta desempeña el papel de muro lateral por el lado norte. En ella, cerca de lo que debió haber sido el muro de los pies, se encuentran numerosas inscripciones epigráficas e iconográficas de carácter muy variado.
Mayoritariamente, se trata de incisiones lineales entrecruzadas formando cruces, fechas, etc.
Adolfo Castán describe cómo, sobre una superficie adecuada por su planitud y alisada en parte, próxima al hastial de poniente, fue realizado un abigarradísimo repertorio de grabados, ocupando una superficie aproximada de 5 metros cuadrados. También existen algunos signos aislados fuera del panel, sobre todo, en el tramo ocupado por la ermita.
Según el autor, se trata de grabados de diversas épocas, realizados con incisiones muy desiguales que oscilan entre varios milímetros de profundidad y anchura y grabados casi imperceptibles.
Se trata de huecorrelieves que no forman parte de composición global alguna, sino que se trata de elementos dispersos, acabados en su mayoría.
Algunos de ellos son fácilmente interpretables, aunque los entrecruzamientos, las interferencias y las superposiciones impidan, en ocasiones, la individualización del motivo, y por tanto, su identificación.