Adosada a otras edificaciones por ambos costados, es una iglesia de planta rectangular, con cabecera poligonal orientada al sur y una nave a la que se abren cinco capillas por cada uno de los lados. Al haberse configurado a partir de actuaciones realizadas en muy diferentes épocas, hay una gran variedad de materiales de construcción: sillería, sillarejo, ladrillo y tapial.
La fachada se sitúa a los pies de la iglesia, en un frente construido del cual forma parte también la pared exterior de una de las capillas laterales.
Ejecutada en sillería, la fachada presenta un programa decorativo unitario que formalmente muestra rasgos característicos de la época de tránsito del Renacimiento al Barroco. La portada consta de dos cuerpos bien diferenciados. En el inferior, la puerta se abre en un gran arco de medio punto de frente moldurado, flanqueada por otros arcos de medio punto de menor altura, sobre los cuales se disponen sendos escudos heráldicos de gran tamaño; los vanos están separados entre sí por salientes pilastras de sección escalonada, que también cierran la fachada por ambos extremos. Sobre ellas, separando ambos cuerpos, se dispone un entablamento compuesto por dos anchas bandas con voluminosos relieves geométricos y vegetales dispuestos en cuadros. En el segundo cuerpo destaca un frontón curvo partido acabado en volutas, en cuyo interior se abre una hornacina en arco de medio punto con una figura de San Pedro flanqueada por sendas columnas salomónicas y bandas verticales con estilizados motivos geométricos de influjo escurialense. A ambos lados del frontón se disponen grandes óculos circulares.
La fachada se prolonga con el muro lateral de la primera de las capillas, de dos pisos de altura. Realizado también en sillería, en la planta baja, sobre una gruesa imposta moldurada, se abren tres ventanas en arco de medio punto. Entre dos ellas se encuentra el escudo de armas de la familia Ena (antigua propietaria de casa Castilleros, en la plaza, cuya fachada ostenta un escudo similar) que debió financiar la construcción de esta capilla. En la segunda planta, entre tres impostas molduradas, dos ventanas adinteladas cuyos alféizares están decorados con dentículos.
Al interior cuenta con una única nave de gran anchura, dividida en cuatro tramos, un largo presbiterio y el ábside poligonal propiamente dicho; tanto la nave como el presbiterio se cubren con bóveda de cañón con lunetos, y el ábside con bóveda nervada. La decoración interior de la nave, que cuenta con un entablamento corrido y pilastras adosadas sobre las que descansan los nervios de la bóveda, es austera e inspirada en el orden jónico.
A la nave se abren cinco capillas por cada lado. En su mayor parte son pequeños espacios rectangulares cubiertos mediante bóvedas de cañón con lunetos, pero hay tres capillas en el lado de la Epístola que destacan del resto por sus dimensiones, su mayor profundidad y sus características arquitectónicas.
La primera de las capillas, actualmente cerrada y con un acceso lateral, era un espacio rectangular cubierto por bóveda de cañón con lunetos.
A continuación se abre la capilla de la Virgen, con sus tramos inicial y final cubierto por bóveda de lunetos y una parte central de mayores dimensiones mediante una cúpula nervada. Tanto los entablamentos como las pilastras de esta capilla muestran una profusa decoración de yeserías característica del siglo XVIII.
Por último debe destacarse el panteón de los Urriés, que se abre en el lateral de la Epístola del presbiterio, una capilla rectangular dividida en cuatro tramos cubiertos por bóveda de cañón con lunetos.
En la nave, sobre el primer tramo de los pies, se eleva el coro alto, con un frente en arco carpanel.