La Casa El Torico fue construida en el año 1912 por Pablo Monguió Segura para la familia López y recibe éste nombre por el local que originariamente ocupaba la planta baja. El uso primitivo comercial y residencial se transformó en los años ochenta para albergar las oficinas de la Caja Rural Provincial en Teruel. El edificio sufrió una profunda reforma para adaptarlo a su nuevo uso y tan sólo se conservan las fachadas y dos columnas de fundición en la planta baja.
En la fachada a la plaza Carlos Castel, el edificio se resuelve en continuidad con la estructura porticada de la plaza y presenta tres pisos sobre los porches. En esta fachada, Monguió utiliza un variado vocabulario formal dentro de una composición simétrica que se rompe en la esquina con la calle Hartzembusch. El piso principal consiste en una gran galería abierta formada por un arco rebajado y siete columnas con una delicada decoración floral en capiteles y basas. El primer piso presenta un gran balcón que recorre toda la fachada con tres vanos iguales con remate superior en arco sinuoso y con sencilla moldura lisa a la altura de las impostas. En el segundo piso, los tres huecos tienen balcones independientes, el hueco central rectangular está flanqueado en cada uno de sus lados, por un singular hueco circular subdividido en tres por dos pequeñas columnas bellamente decoradas. Sobre estos huecos circulares una ornamentación de ladrillo se remata con un importante alero de madera sustentado por zapatas, que a su vez apoyan sobre ménsulas. Este, es interrumpido en el centro por un gran frontón con decoración modernista enmarcando el grafismo: "año 1912".
En la parte superior de la esquina hacia la calle Hartzembuch, a la altura del alero, se yergue sobre un balcón de trazo circular, un torreón. Éste se construye con pilastras de ladrillo que sustentan una cúpula policroma cerámica y una veleta de diseño modernista. El giro que provoca este torreón es acompañado por los balcones corridos de los pisos principal y primero que dan la vuelta recogiendo la esquina. La riqueza de estos elementos compositivos da a esta esquina una valoración especial.
Las otras dos fachadas del edificio están concebidas con gran simplicidad, presentando, como motivo decorativo común, molduras lisas a la altura de los forjados. En la fachada lateral a la calle Hartzembuch, los huecos se alinean en el plano vertical, pero aparecen ciertos elementos singulares: decoración de jambas y dinteles, balcones y rejería en planta baja. La fachada trasera a la calle Tras el Mercado es un simple plano vertical donde se alinean los huecos.
Exteriormente todo el conjunto se unifica a través del color violeta de sus fachadas combinado con motivos decorativos en blanco y detalles de texturas de ladrillo y cerámica. La ornamentación en ladrillo se utiliza en la parte superior de la fachada a la plaza, bajo el alero, a modo de arcos de herradura ciegos. La cerámica también es utilizada puntualmente, y se encuentra en la parte inferior de los balcones, en los vanos circulares y en el torreón.
La rejería se atribuye a Matías Abad y aparece básicamente en balcones y huecos. En general la decoración es bastante lineal, sin que falten los detalles florales y moldeados sinuosos. Ésta se incrementa conforme avanzamos en plantas, y pasa de ser una simple malla de diagonales con rosas en sus encuentros, pasando por el remate ligeramente curvado y sinuoso de los balcones, hasta alcanzar la máxima expresividad en el balcón del torreón.
En esta obra, se pueden apreciar evidentes referencias al modernisme catalán y a la obra del arquitecto Luis Doménech y Montaner, que Monguió pudo conocer, en especial de la casa Lleó Morera (1905). Entre las dos obras hay gran parecido en la concepción general y en el lenguaje de fachada. No obstante la obra de la Casa El Torico está bien resuelta e introduce elementos variados que le dan un aire de libertad conceptual y sintáctica. Además, lo que singulariza a esta casa y la sitúa por encima de muchos edificios modernistas aragoneses es que su pertenencia a este estilo no le viene dada por la adición de unos determinados elementos decorativos, sino que la ornamentación está integrada en la composición del edificio.
Como conclusión, cabe decir que la Casa El Torico es uno de los mejores edificios modernistas conservados en Aragón por su pureza estilística, sentido lúdico y libertad compositiva, todo ello resaltado por la armonía y la perfección del detalle de los motivos decorativos en los distintos materiales.