Es una ermita de planta rectangular, compuesta por una nave y presbiterio de grandes dimensiones y una altura considerablemente mayor que ella, lo que otorga al edificio un perfil peculiar.

Está realizada con mampostería encalada y cubierta con teja a dos aguas.

Su exterior es muy austero y cerrado. Aparte de la singular elevación del presbiterio, únicamente destacan, en cada uno de los muros laterales, sendos contrafuerte ataludados hasta media altura que refuerzan los apeos del arco diafragma del interior de la nave.

La portada se encuentra en el lado de la Epístola, a la altura del primer tramo de la nave. Es un vano en arco de medio punto, protegido por una gran pieza monolítica situada sobre él, rematando un fragmento de lienzo pintado a modo de “alfiz”.

Al interior, la nave, cubierta con bóveda encamonada muy rebajada está dividida en dos tramos por un arco diafragma de medio punto cuya parte central está reforzada por un pilar rematado por capitel cúbico y dos grandes zapatas.

Separa la nave del presbiterio un arco apuntado, que arranca también directamente del suelo. El espacio de la cabecera, más alto, está cubierto con cielorraso.

Es muy similar a la ermita de San Cristóbal de Luesma, con la que comparte tanto la singular elevación del presbiterio con respecto a la nave como la estructuración interior a partir de arcos diafragma, según una tipología arquitectónica muy característica del gótico rural que pervivió, evolucionada, en los primeros siglos de la Edad Moderna.