La fachada principal del templo, realizada, al igual que el resto del edificio, en ladrillo: presenta una composición formada por un cuerpo central adelantado, dos alas laterales retranqueadas y, flanqueando el conjunto, se disponen las dos voluminosas torres.

El cuerpo central se articula en dos pisos: en el inferior se sitúa el acceso en arco de medio punto de piedra, flanqueado por sencillas y esbeltas pilastras de orden toscano, que en los laterales enmarcan una zona vertical en la que se concentran los escasos motivos decorativos de esta fachada: rombos, cuadrados y círculos, superpuestos y realizados en ladrillo resaltado. Sobre la puerta se dispone una hornacina avenerada, cobijo de la imagen del titular, flanqueada por otros dos nichos. Este piso se separa del superior a través de un sencillo entablamento poco volado. El cuerpo superior, articulado por medio de pilastras toscanas, iguales a las del piso inferior, presenta en su centro un vano en arco de medio punto ligeramente rebajado; este cuerpo remata con un gran frontón curvo, ondulante y fracturado, con un motivo edicular. Enlaza con los laterales por medio de unos aletones.

En las alas laterales se disponen numerosos huecos que rompen la monotonía del ladrillo del cuerpo central; así encontramos series de ventanas enmarcadas, rectangulares y en arco de medio punto, superpuestas y óculos en la parte inferior.

Todo el conjunto queda flanqueado por dos torres, salientes con respecto del cuerpo central de la fachada. De planta cuadrada, presentan tres cuerpos en altura, de los que el primero y segundo, cuadrado y ochavado respectivamente, articulados a base de pilastras, corresponden a la época de construcción de la iglesia de Santiago, mientras que el último cuerpo se realiza en la década de 1970, siguiendo una estética barroco clasicista que no armoniza con el resto del conjunto.

Estas torres presentan huecos adintelados y en arco de medio punto, abiertos los del último cuerpo, y en la parte inferior muestran sendos accesos en arco de medio punto, el de la izquierda con puerta y el de la derecha con función de paso a la calle lateral.

Tras pasar el atrio rectangular, accedemos al interior del templo: presenta planta de cruz latina, con cabecera recta, crucero alineado en planta, una sola nave y capillas entre los contrafuertes. En el tramo de los pies se ubica un coro alto.

La cabecera, nave única y brazos del crucero se cubren cañón con lunetos, mientras las ocho capillas laterales, cuatro a cada lado de la nave, presentan cubiertas de cúpulas sobre pechinas.

Las bóvedas de cañón muestran en sus intradoses yeserías decoradas con motivos de entrelazo, estrellas y puntas de diamante de tradición mudéjar y barrocas, mientras que las cúpulas sobre pechinas se hallan decoradas con barrocas yeserías a base de motivos geométricos y florales.

Sobre las capillas laterales se disponen sendas tribunas que abren a la nave en cada uno de sus tramos a través de arcos geminados de medio punto- con una sencilla balaustrada en su parte inferior-,cobijados por otro mayor, también de medio punto pero algo rebajado.

El ritmo interior viene marcado por la disposición, en los muros y espacios entre capillas, de elegantes pilastras con capiteles de orden compuesto y por un entablamento algo volado, cuya superficie se presenta totalmente decorada con motivos vegetales barrocos realizados en yeso.

La sacristía, de planta rectangular, presenta una decoración rococó de mediados del siglo XVIII (hacia 1760); la sala se articula a través de toda una serie de pilastras acanaladas con capitel corintio, que además enmarcan una serie de espacios destinados a la colocación, en su día, de ocho lienzos de Francisco Bayeu de los que desgraciadamente no se conserva ninguno. Está cubierta con una bóveda vaída sobre pechinas, en las que aparecen, pintados, los Cuatro Evangelistas, obra de Francisco Bayeu.

El interior del templo responde al modelo vignolesco de la Contrarreforma de Trento.