Se encuentra en la margen izquierda del río Isuala, a unos 50 m del mismo, apoyado en una ladera de pendiente media que influyó en la configuración de los distintos cuerpos que lo componen.
Es una obra monumental, de gran singularidad respecto a los restantes molinos del territorio estudiado. Consta de dos cuerpos cúbicos adosados, realizados con sillares ciclópeos (en algunos puntos, de 1,5 m) que configuran muros de un grosor inhabitual (2,40 m en el lienzo que da al río). El cuerpo más próximo al río alberga la sala de moler, el posterior el cubo y en la parte trasera de este se disponía la balsa, también de grandes sillares, que en la actualidad es apenas visible a causa de la vegetación. El cubo, en el que desemboca por su parte posterior la canalización que procede de la balsa, es un gran pozo circular de unos 2 m de diámetro y unos 5 de profundidad, con el fondo cubierto de tierra que impide apreciar la embocadura de los saetines, las dos conducciones trapezoidales que conducirían el agua a cada uno de los dos rodetes situados en la planta baja del cuerpo delantero. En este cuerpo delantero se encuentran la sala de moler, arriba, y los rodetes con los cárcavos de evacuación del agua abajo. La sala de moler tiene acceso por una puerta situada en uno de los laterales. Es en arco rebajado de una pieza, que apoya sobre jambas monolíticas de arenisca. En ambas jambas hay varias cruces de carácter protector incisas y, muy borrosa, una fecha, que algunos autores interpretan como 1627, pero en su estado actual parece 1680). La sala es cuadrangular y cubre con bóveda de medio cañón longitudinal al acceso. En su extremo del fondo hay una grada de mampostería donde irían colocadas las muelas, que actualmente se encuentran tiradas en el suelo. En el frente que da al río se abren dos vanos aspillerados al exterior y con un acusado derrame interior. En la parte inferior, los cárcavos son abovedados en su tramo exterior y adintelados en la interior. Según Severino Pallaruelo, hay restos en el río de 3 sucesivos azudes, el primero de los cuales, a juzgar por los huecos existentes en la roca para hincar los maderos verticales, debió de ser de grandes dimensiones, alcanzando una posible altura de 4 m. El exceso de vegetación, que impedía el acceso al río, nos imposibilitó localizar estos restos.