Se trata de una pequeña ermita levantada en un cementerio que se sitúa al oeste de la localidad sobre un montículo.

Es una construcción de la segunda mitad del siglo XIII realizada totalmente en sillar bien escuadrado, con algunas piezas repuestas, donde se observan tanto marcas de cantero como otros signos tallados.

El exterior es sobrio, sin articulación mural. El acceso, en arco de medio punto doblado y enmarcado por una moldura, se sitúa en el muro sur. El alero está sustentado por modillones moldurados en nacela.

Consta de nave única con testero recto, dividida en cuatro tramos separados por arcos diafragma apuntados y embebidos en el muro. Los arcos sostienen una armadura de madera con decoración pictórica, dispuesta a dos aguas.

Se conservan restos de un arcosolio en el muro occidental.

La iluminación se realiza mediante dos estrechos vanos con ligero derrame interior, ambos situados en la cabecera, uno en el frente y otro en el lado sur.

Lo más destacado de este edificio es el conjunto de pintura mural que decora la cabecera. Se realizó al fresco siguiendo el estilo francogótico. Las pinturas debieron cubrir todo el presbiterio pero se han perdido algunas zonas del muro norte y la zona del zócalo aparece encalada. El arco triunfal presentan un programa completo en torno a san Miguel y el Juicio Final. En el muro frontal destacan el monograma de Cristo, el Pantocrátor y San Miguel. Las pinturas corresponderían a finales del siglo XIII o comienzos del XIV.

La armadura de madera conserva parte de la policromía con se decoró: la viga maestra muestra motivos geométricos, entrelazos y estilizaciones de hojas de acanto. Los pares se decoran a base de bandas de colores, predominando el blanco, el negro y el rojo. El arranque de las vigas presenta grecas en ajedrezado y en zig-zag bajo bandas de colores. En la zona de los pies aparecen figurillas femeninas sobre bandas claras. Esta decoración sería de la misma época que la construcción, siglo XIII.