Seña de identidad para los habitantes de Sobrarbe y espectacular enclave turístico, el monasterio de San Victorián es además uno de los protagonistas de la historia medieval del Pirineo. Convertido a partir del siglo XI en el delegado de la nueva monarquía aragonesa en las montañas orientales del reino, gozó de un señorío que abarcaba cincuenta y cuatro villas y aldeas entre los valles del Cinca y el Isábena, se enriqueció con sus diezmos y rentas, y cristianizó a sus habitantes construyendo iglesias que difundirán las novedosas formas románicas venidas de Francia.
Mientras los legendarios orígenes del monasterio de San Victorián continúan sujetos a la discusión, sus edificios están siendo objeto desde hace unos años de un ambicioso proyecto de restauración que está devolviendo parte de su esplendor a un impresionante conjunto arquitectónico, calificado por ciertos viajeros del siglo XIX como el “Escorial de Sobrarbe”: la iglesia monástica, el palacio abacial, el claustro, la muralla… La documentación, las antiguas crónicas, la tradición oral y las arquitecturas conservadas nos permiten hoy reconstruir la leyenda y la historia de San Victorián.
La creación de la diócesis de Barbastro en 1571 va a tener consecuencias de gran importancia en todos los ámbitos, pero muy especialmente en el cultural. Durante varios siglos, los obispos y el clero episcopal adquirirán un peso decisivo en la evolución del arte en el territorio del nuevo obispado: ejercen de clientes, mecenas y censores, dictando de algún modo los gustos y tendencias e implantando también las nuevas directrices de la Contrarreforma. La colección barroca del Museo de Barbastro, y muy en especial su espectacular conjunto de piezas litúrgicas de orfebrería, es deudora de estos fenómenos.
La magnífica colección de pintura medieval del Museo de Barbastro, con obras fechadas entre los siglos XI y XV, nos permite recorrer el territorio de la actual diócesis durante un período a lo largo del cual se irán produciendo importantes cambios: desde un Pirineo muy ruralizado donde se implantará con fuerza el románico hasta el tránsito de la Edad Media al Renacimiento, cuando adquieren gran auge las ciudades del sur del territorio, cuyas nuevas iglesias van a requerir numerosos retablos suministrados por muy destacados talleres de pintores.
Una de las grandes noticias culturales en lo que llevamos de año en Aragón ha sido la llegada a Barbastro de los bienes procedentes de Lérida, que va a convertir lo que ya era un magnífico conjunto de obras de arte en una colección excepcional. Por ese motivo hemos decidido dedicar tres podcast a difundir los fondos del museo. Y hemos elegido acercarnos a ellos a través de su contexto histórico y cultural, que nos permitirá comprender mejor sus más destacados conjuntos de piezas. De manera que, para comenzar, nos remontaremos a la temprana fecha de 1019...
Los gobiernos del siglo XVIII mostraron una gran preocupación por el pueblo gitano, pues sus costumbres y modos de vida chocaban frontalmente con el modelo social propugnado por los ilustrados. Por eso a lo largo de todo este siglo se tomaron medidas encaminadas a integrar a la minoría gitana en la sociedad, eliminando los rasgos distintivos de su cultura: su lengua y vestimenta, su nomadismo o ciertos oficios característicos. Podemos conocerlas a través de los fondos de la Real Audiencia de Aragón custodiados en el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza.
La historia del pueblo gitano continúa sumida en la oscuridad. Si bien su presencia en Aragón ha dejado realmente pocas huellas, debido a rasgos propios de la cultura gitana como el nomadismo o la oralidad, rastreando en la documentación podemos encontrar algunos testimonios de gran interés. Por ejemplo, en los fondos del Archivo Histórico Provincial de Huesca descubriremos dos de las primeras referencias documentales de la llegada de los gitanos a España. El mismo Archivo también tiene recogidas diversas historias picarescas en torno a las ferias y mercados de la Huesca del siglo XVII.
Los diversos “progresos” decimonónicos confluirán en la Huesca de finales del siglo XIX con la presencia de un excepcional trío de ingenieros (Bello, Pano y Sorribas), cuyas innovadoras obras de todo tipo van a configurar unos nuevos paisajes que todavía podemos disfrutar. Rescatamos a estos personajes evocando el polifacetismo de Severino Bello, los problemas que tuvo Blas Sorribas con los poderosos caciques locales de la Ribagorza y la mala fortuna de los puentes metálicos de Joaquín de Pano, destruidos en su mayor parte durante el transcurso de la Guerra Civil.
El “siglo del progreso” o “del vapor y la electricidad”, o “del ferrocarril”... son algunos de los apelativos que solemos usar para referirnos al siglo XIX. La tardía implantación de las novedades de la Revolución Industrial en tierra aragonesa trajo consigo grandes consecuencias, no solamente en la economía, sino en nuestros paisajes y en el patrimonio asociado a ellos. La confluencia de estas transformaciones con la aparición de nuevos materiales y técnicas de construcción fue el germen que dio origen a unos edificios e infraestructuras que hoy comenzamos a reivindicar.
El libro Ingenieros y fotógrafos, recién publicado por la Fototeca de la Diputación de Huesca, ha dado a conocer un excepcional fondo fotográfico. Reunido por el ingeniero Severino Bello entre 1887 y 1910, combina su enorme valor estético con un indudable interés histórico, pues documenta una apasionante época de modernización en todos los ámbitos, que generó un rico patrimonio. Pero también esconde otras sorpresas: veintiuna imágenes de algunos destacados monumentos, entre las que se incluyen las fotografías más antiguas conocidas de las pinturas murales del monasterio de Sijena.
Uno de los más desconocidos mecenas del arte medieval aragonés fue Benedicto XIII, más conocido como el Papa Luna. Su logro más brillante fue sin ninguna duda su decisiva aportación, en colaboración con el arquitecto Mahoma Ramí, a la eclosión mudéjar de la segunda mitad del siglo XIV en los valles del Jalón y el Jiloca, pero también podemos encontrar destacadas huellas de su intervención en muchas importantes obras del momento repartidas por toda nuestra geografía: desde las catedrales de Tarazona y Huesca hasta la colegiata de Santa María la Mayor de Calatayud pasando por la Seo de Zaragoza.
Su accidentada vida hizo de D. Pedro Martínez de Luna una figura casi legendaria. Todos sabemos algo sobre él: el Cisma de Occidente y su proclamación como "Antipapa", su exilio en Peñíscola, las rocambolescas andanzas póstumas de sus restos mortales… Pero ese novelesco personaje fue también uno de los más destacados intelectuales de la Europa bajomedieval, cuya afición por las artes lo llevó a financiar numerosas iglesias y edificios civiles. Podemos encontrar las huellas de su mecenazgo en su Illueca natal y otras localidades de su entorno, como Calatayud, Tobed o Torralba de Ribota, pero también en Caspe, Huesca, Tarazona o la propia Zaragoza. Rastreamos los principales hitos de este mecenazgo al hilo de su larga y agitada biografía.
Los efectos de la Guerra Civil y de la posterior represión franquista no fueron sufridos únicamente por los combatientes, sino por toda la población española. Pero al hacer memoria respecto a las víctimas de aquellos episodios, solemos olvidar a las mujeres, que los vivieron de diversas maneras no menos dramáticas. El Archivo Histórico Provincial de Huesca rescata a través de una exposición, acompañada de una publicación y un vídeo, distintos expedientes judiciales que reconstruyen las trágicas historias de varias mujeres altoaragonesas en tiempos de guerra.
Tras conocer su historia social y económica, os invitamos a visitar molinos. Pese a su general estado de ruina, todavía podemos disfrutar con la visita a bastantes ejemplos de interés, desde las modestas muestras populares repletas de encanto del Pirineo y el prepirineo hasta las monumentales arquitecturas de diversos molinos de la baja Edad Media y la Edad Moderna. Y además de seleccionar lugares muy variados para visitar, ofrecemos las claves para comprender estos edificios y sus infraestructuras detallando el proceso de funcionamiento de nuestros molinos y cómo influye este en la configuración de sus arquitecturas.
En las inmediaciones de ríos y barrancos, las olvidadas ruinas de cientos de molinos apenas nos permiten hoy en día hacernos una idea de su trascendencia en tiempos pasados. Implantados en todo nuestro territorio desde la Edad Media, los molinos se convirtieron en uno de los más lucrativos monopolios feudales, que deja tras de sí una larga historia de conflictos, rebeliones y pleitos entre los señores y los campesinos. Las sucesivas leyes del siglo XIX y la implantación de las fábricas harineras supusieron el principio del fin de los pequeños molinos tradicionales.
La historia de Roda de Isábena no terminó con el traslado de la sede diocesana a Lérida y la posterior pérdida de su rango de catedral. Convertida en un priorato y habitada por una comunidad de clérigos, continuó disfrutando de un rico dominio señorial y de ciertos momentos de esplendor: por ejemplo, a comienzos del siglo XVI, cuando el poderoso prior Pedro Agustín enriqueció el conjunto catedralicio con arquitecturas, retablos y tapices.
Una de las acciones más funestas del famoso ladrón Erik el Belga tuvo lugar en 1979 en la catedral de Roda de Isábena, de donde se llevó más de 30 obras de altísimo valor fechadas entre los siglos X y XVI: textiles islámicos, mitras y báculos, arquetas de plata, piezas de marfil y un mueble medieval único en el mundo. Era una colección sin parangón en ninguna iglesia de nuestra región. Sin embargo, Roda de Isábena fue una modesta diócesis del prepirineo que vivió una existencia efímera en la alta Edad Media, aunque hoy continúa sorprendiéndonos con su espectacular arquitectura y con la calidad de las obras de arte que llegó a atesorar. Repasar su historia nos ofrece las claves para comprender el legado de Roda.
Durante los últimos meses los archivos aragoneses han llevado a cabo una radical reformulación de sus líneas de actuación para adaptarse a una situación de cierre al público y teletrabajo. Sin olvidar la documentación de sus colecciones o la atención de consultas por vía telemática, han volcado sus esfuerzos en la difusión, con el fin de dar a conocer sus fondos a un variado público que habitualmente no acude a los archivos. De este modo, los blogs y las redes sociales han sido los medios para difundir algunos de los que quizá sean los más llamativos, y paradójicamente menos conocidos, de sus documentos: los materiales audiovisuales.
Entre los días 8 y 14 de junio se ha celebrado la Semana Internacional de los Archivos, promovida por el Consejo Internacional de Archivos (ICA). Convocada este año bajo el lema “Empoderar Sociedades de Conocimiento”, se vio obligada por la situación a adaptar sus eventos a fórmulas virtuales y a replantearse el significado de estas instituciones en el mundo actual. Desde los archivos aragoneses, reflexionamos sobre las diversas funciones de estos centros en un tiempo de crisis y repasamos algunas de las más interesantes iniciativas digitales que se llevan a cabo durante esta semana para difundirlos y conmemorarlos.
El catálogo de patrimonio arquitectónico del portal SIPCA ofrece información sobre más de 17 000 edificios aragoneses de interés, acompañada de 65 000 fotografías. Castillos e iglesias medievales, casas solariegas, bordas y casetas... desde la más modesta muestra de nuestra arquitectura popular hasta la catedral más monumental, todo tiene cabida en nuestra web. De este modo, podemos diseñar una ruta a nuestra medida en cualquier lugar de la geografía aragonesa y obtener la información necesaria para disfrutarla utilizando nuestras herramientas web. Explicamos cómo sacarles partido...
Desde las conocidas pestes medievales hasta fechas recientes, diversas epidemias han asolado periódicamente tierras aragonesas. Nuestros archivos conservan abundante y variada documentación sobre la repercusión de la enfermedad en pueblos y ciudades a lo largo de más de cinco siglos: medidas de aislamiento y prevención, controles sanitarios y guardias cívicas, lugares afectados y víctimas... Una serie de ejemplos escogidos nos descubrirá curiosas historias, como la propagación del cólera en 1885 a través de una cuadrilla itinerante de segadores valencianos o las falsas noticias sobre la epidemia de gripe que en 1918 sembraron la alarma en un pueblo oscense.
En 1834 una devastadora epidemia de cólera procedente de Francia penetra en España por el puerto de Vigo. Autoridades y vecinos se organizarán para evitar la propagación de la enfermedad en pueblos y ciudades. Es el caso de Huesca, donde se controló rigurosamente la posible entrada de mercancías y viajeros procedentes de zonas infectadas, como Zaragoza o Cataluña. El Archivo Histórico Provincial de Huesca conserva documentos que nos muestran tanto las medidas adoptadas para proteger el acceso a la ciudad como la picaresca que se utilizó para intentar burlarlas.
La vida cotidiana y el paisaje, la economía y la fisonomía de los pueblos de una buena parte de la provincia de Teruel —Ojos Negros y la sierra Menera, las Cuencas Mineras o la Val de Ariño— cambiaron para siempre durante el siglo XX debido al auge de la minería. Sumida actualmente en una grave crisis que ha provocado el cierre de la mayoría de las instalaciones y el casi total cese de la producción, esta actividad deja sin embargo tras de sí un espectacular legado cultural: historias y paisajes, arquitecturas y poblados mineros, máquinas y utillajes sorprendentes… Un rico y muy variado patrimonio que puede disfrutarse a través de museos y parques mineros.
El anunciado desmantelamiento de la Central Térmica de Andorra supondrá quizás el final simbólico de la actividad minera en Aragón. Desde la extracción de hierro en el Moncayo en época romana hasta las muy recientes explotaciones de carbón a cielo abierto en la cuenca de Andorra, la minería deja tras de sí una larga historia que nos ha legado espectaculares paisajes construidos y destacados conjuntos industriales. La documentación conservada en nuestros archivos nos ayuda a poblar de personajes e historias reales todos estos lugares.
Nuestros archivos no solo nos permiten conocer la actividad pública del Conde de Aranda, sino asomarnos a diversas facetas de su vida privada. De este modo, podemos recorrer su biografía a través de los dos matrimonios, uno en la juventud y otro casi en las lindes de la ancianidad, que sucesivamente contraerá con mujeres de la familia Fernández de Híjar. También intuiremos rasgos de su carácter en los pequeños gestos de complicidad que encontramos en cartas personales y vislumbraremos su orgullo familiar en la investigación genealógica que le llevará a ser enterrado en el Panteón Real de San Juan de la Peña.
Recientemente hemos celebrado el tercer centenario del nacimiento en Siétamo de Pedro Pablo Abarca de Bolea, X Conde de Aranda, una de las figuras clave de la Europa de la Ilustración. Dotado por herencia de un rico patrimonio, su talento y su formación le condujeron a ocupar las más altas instancias en la España borbónica y a desempeñar un importante papel en la política internacional. Militar, estadista y embajador, paradójicamente su polifacetismo ha ido difuminando su figura y convirtiéndolo en un “célebre desconocido” para el gran público. Nos adentramos hoy en su legado a través de los más de 3600 documentos custodiados en archivos aragoneses y publicados en DARA.
Una vez conquistadas, las sierras orientales turolenses fueron entregadas por Alfonso II a la Orden del Temple con la finalidad de asegurar tanto su defensa como su repoblación. Esta llevó a cabo un complejo proceso de colonización a partir de una red de fortalezas y pequeñas iglesias parroquiales, atrajo al territorio nuevos pobladores y potenció su puesta en explotación a través de la ganadería, que le procurará grandes beneficios. Sin embargo, la prosperidad del Temple será breve. A comienzos del siglo XIV, el papa decreta su disolución, los castillos templarios irán capitulando después de una enconada resistencia y sus posesiones serán repartidas entre las restantes órdenes militares.
Tras la muerte de Alfonso el Batallador, la orden del Temple se va a ir instalando en diversas zonas de Aragón: mientras colaboraba con la monarquía en su avance bélico por tierras turolenses, recibe donaciones en la retaguardia que le reportarán grandes beneficios. Es el caso de las fértiles riberas del Cinca, donde convertirá la recién creada encomienda de Monzón en una de las más poderosas y prósperas de la península. Simultáneamente, llevan a cabo allí una activa política constructiva que nos ha legado un rico patrimonio: el monumental castillo de Monzón, en torno al cual gravita una densa red de fortalezas menores y de iglesias, algunas de las cuales nos deparan aún hoy sorpresas artísticas.
Entre lo esotérico y lo novelesco, la imagen de la orden del Temple que ha llegado hasta nosotros ha sido inspirada por dudosas leyendas e interpretaciones que han tergiversado su realidad histórica. Sin embargo, los historiadores llevan décadas tratando de desmitificarla y de presentarla como lo que sin duda fue pese a su prematuro y trágico final: una más de las órdenes militares nacidas en torno a las Cruzadas, que tras su implantación en Aragón colaborarían activamente en las campañas de conquista territorial frente al islam y configurarían prósperos señoríos. A lo largo de tres espacios semanales, revisamos la historia y el patrimonio del Temple aragonés.
Los museos aragoneses albergan dos de las más importantes colecciones españolas de arte oriental. Muy diferentes entre sí, son fruto de épocas, circunstancias y prácticas culturales muy diversas: mientras el embajador Enrique de Otal recorrió medio mundo y reunió una magnífica colección de objetos chinos durante su estancia diplomática en Pekín, que puede visitarse en el palacio Valdeolivos de Fonz, el coleccionista y profesor zaragozano Federico Torralba, sin viajar nunca a Oriente, fue adquiriendo a lo largo de su vida una exquisita y variada colección de arte japonés que el Museo de Zaragoza expone hoy en día de forma permanente.
El halo de exotismo y de misterio del Lejano Oriente ha fascinado a Europa desde finales del siglo XIX: mientras las telas filipinas y las porcelanas chinas decoraban las mansiones de la burguesía decimonónica, viajeros ilustrados, anticuarios e intelectuales reunían exquisitas colecciones de obras de arte asiático. Nuestros museos y archivos testimonian estas fascinaciones exóticas a través del legado del diplomático Enrique Otal y Ric y de las colecciones japonesas de Torralba Soriano.
Lejos de agotarse con géneros complejos como la narrativa y los romances, la tradición oral guarda muchas sorpresas: fórmulas y canciones de juegos infantiles, dichos y trabalenguas aportan variedad y una gran riqueza a un legado cultural que continúa vivo en nuestros pueblos. Las grabaciones de literatura oral del sector noroccidental de la Hoya de Huesca recopiladas hace pocos años por la investigadora Sandra Araguás se encuentran disponibles en el portal SIPCA, acompañadas de numerosas entrevistas sobre otros aspectos de la vida tradicional que nos ilustran sobre su contexto.
En 2013 y 2014 la investigadora Sandra Araguás, gracias a una beca del Instituto de Estudios Altoaragoneses, recorrió 33 pueblos del sector noroccidental de la Hoya de Huesca y entrevistó a más de 100 personas para la realización del monumental trabajo titulado Literatura oral de la Hoya de Huesca. Este estudio conllevó la obtención de más de un millar de grabaciones de campo, 674 de las cuales pueden localizarse y escucharse en SIPCA desde hace unos meses: literatura oral y cancionero, entrevistas e historias. Una selección de piezas representativas de distintos géneros nos permite viajar por la Hoya de Huesca a través de su literatura oral.
Hasta hace unas décadas el Aragón rural altomedieval era un enigma para los historiadores. Los recientes avances de la arqueología nos permiten hoy comenzar a conocer las características y organización de amplios territorios, poblados y explotados mediante aldeas y almunias protegidas por fortificaciones de muy diversos tipos. Dos recorridos complementarios nos ofrecen una panorámica del hábitat rural andalusí: el “collar” defensivo que rodeaba Zaragoza y la densa red de castillos y torres que defendía un espacio jalonado de pequeños pueblos y viviendas dispersas en las proximidades de la ciudad de Huesca.
En un Aragón muy ruralizado, la llegada del islam revitalizará las mortecinas ciudades romanas (Zaragoza, Huesca, Tarazona) y supondrá también la fundación de numerosos núcleos para garantizar la defensa y explotación de un amplio territorio: Fraga y Barbastro, Daroca y Calatayud, Albarracín y Alcañiz. Protegidas por poderosos recintos amurallados, en las nuevas medinas se fue desarrollando un abigarrado y tortuoso trazado viario donde descollaban ciertos edificios de carácter público: la mezquita mayor, los baños o la zuda. Mientras tanto, extramuros, diversos arrabales albergaban a la población más desfavorecida.
Desde Graus y Barbastro hasta Albarracín o Calatayud, pasando por Zaragoza o Huesca, los testimonios de nuestro pasado musulmán son incontables: murallas y castillos, alquerías, atalayas... Sin embargo, el desconocimiento generalizado sobre los cuatro siglos de presencia islámica en Aragón suele dificultar la comprensión de estas arquitecturas. De ese modo, ignoramos qué había alrededor del palacio de la Aljafería, cómo se vivía en el interior de las murallas de Huesca y de Daroca o a quiénes defendían los castillos de Cadrete y María de Huerva. Hoy los avances de la arqueología y la investigación nos ayudan a contextualizar el rico patrimonio que nos legó el islam.
El 30 de junio de 2009 la Diputación de Huesca y el Gobierno de Aragón presentaron públicamente el Sistema de Información del Patrimonio Cultural Aragonés, una plataforma de colaboración para la documentación del patrimonio cultural dirigida a todos los organismos públicos aragoneses. Desde entonces, diputaciones, comarcas y otras entidades han sumado sus esfuerzos para convertir el portal www.sipca.es en el principal referente informativo en internet sobre todos los bienes del patrimonio cultural aragonés: arquitectura, archivos, tradiciones, museos... Diez años después, hacemos un balance de nuestra trayectoria y planteamos algunos retos para el futuro.
¿Somos los aragoneses gente conflictiva, aficionada a litigios y pleitos? Se trata de una queja habitual en los memoriales que los funcionarios de Felipe II enviaban al monarca, y los aproximadamente 50.000 pleitos civiles de la Real Audiencia de Aragón conservados en el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza y recientemente publicados en DARA parecen refrendarla. Datados a partir del siglo XVI, y especialmente abundantes en el XVIII y XIX, estos heterogéneos procesos judiciales son un fiel testimonio de una sociedad compleja y cambiante.
La UNESCO instituyó Día Internacional de los Archivos el 9 de junio, fecha de fundación del Consejo Internacional de Archivos (ICA, 1948), como reconocimiento de la labor de estos centros para la preservación de la memoria de la humanidad. Los archivos aragoneses continúan hoy desarrollando su labor de custodia, estudio y difusión de documentos del pasado y trabajan para garantizar el derecho de acceso de los ciudadanos a su patrimonio procurando la conservación de la información que hoy producimos, en un contexto de acelerados cambios tecnológicos. A través del Archivo Histórico Provincial de Zaragoza nos asomamos a la realidad de uno de estos centros.
Si el aspecto actual de los monumentos es fruto de una azarosa historia constructiva, no cabe duda de que las reconstrucciones llevadas a cabo tras la Guerra Civil son un hito importante en la evolución de nuestro patrimonio. A partir de 1939 se llevó a cabo un importante proceso de recuperación basado en criterios hoy día discutidos, como la vuelta a la "pureza estilística original" de los edificios. A través de tres ejemplos significativos, la catedral de Teruel, la iglesia de San Caprasio de Santa Cruz de la Serós y la villa de Sos del Rey Católico, profundizamos en este fenómeno.
Más de 50 ciudades y pueblos aragoneses fueron reconstruidos a partir de 1939 por la Dirección General de Regiones Devastadas, cuya actividad se prolongará hasta 1957. Los resultados de sus actuaciones, condicionados por la urgencia y la penuria económica del momento, así como por una importante carga política, siguen siendo hoy fundamentales para la comprensión de nuestros paisajes. Elegimos tres ejemplos significativos: la reorganización ideológica del espacio urbano de Teruel, la conservación de un Belchite en ruinas como símbolo de "heroísmo y barbarie" y la reconstrucción a marchas forzadas de los pueblos del entorno de Huesca.
Teruel y Belchite, la ribera del Ebro, el entorno de Huesca, el valle de Bielsa, decenas de lugares arrasados... Aragón fue una de las regiones españolas más afectadas por las destrucciones de la Guerra Civil. En 1939 la Dirección General de Regiones Devastadas, un organismo recién creado por el nuevo Régimen, comenzó a trabajar a marchas forzadas en la reconstrucción de más de 50 pueblos y ciudades. Los resultados de su intervención, condicionada por una importante carga ideológica, resultan decisivos todavía hoy en la configuración y características de nuestros paisajes urbanos.
Una reciente exposición, que pudo visitarse en Huesca y Palermo, se propuso rescatar a las que quizá son las grandes olvidadas de Sijena: las propias mujeres que vivieron en el monasterio a lo largo de casi 800 años. Con una vida regulada en todos sus aspectos, desde la liturgia hasta las comidas o el aseo personal, las monjas de Sijena vivieron durante siglos encerradas en una rutina de rituales solemnes y comportamientos preestablecidos por una remota regla medieval. Este mundo arcaico y fosilizado fascinó a principios del siglo XX a los primeros fotógrafos aragoneses, que nos han legado una impresionante colección de imágenes conservadas hoy en nuestros archivos.
Entre los bienes de Sijena devueltos por las autoridades catalanas a finales de 2017 hay un lote que quizás ha pasado desapercibido frente a otras piezas más espectaculares: los documentos históricos del monasterio conservados en el Museo Nacional de Arte de Cataluña. Sin embargo, su estudio y catalogación por los técnicos del Archivo Histórico Provincial de Huesca han revelado que se trata de un fondo de notable importancia: 147 pergaminos, 71 tomos de protocolos notariales y otros documentos que se desconocían o se creían perdidos y nos permitirán conocer mejor no solo la historia del propio monasterio, sino la de los pueblos de su amplio señorío entre el siglo XII y la Edad Moderna.
Abejas y vacas han convivido tradicionalmente con las omnipresentes ovejas en el mundo rural. Aunque sin alcanzar en ningún momento la importancia cuantitativa y económica del ganado ovino, la cría de estas especies no solo proporcionó complementos básicos a la alimentación, como miel y leche, sino que tuvo mayor trascendencia en la configuración del paisaje rural y sus arquitecturas: desde los singulares arnales y banqueras utilizados para albergar colmenas hasta las conocidas, y a menudo malinterpretadas, bordas pirenaicas.
La declaración como Bien de Interés Cultural de las construcciones de piedra seca de Escartín, todavía en trámite, destaca especialmente el conjunto de mosales, singulares corrales de ordeño para la producción de queso. Es quizá el primer paso para reconocer oficialmente el interés del patrimonio arquitectónico ligado a la ganadería, unas obras modestas y todavía poco conocidas. Sin embargo, caminos y mesones, corrales, parideras, casetas y mallatas, conforman un conjunto de gran diversidad desde el valle del Ebro hasta los Pirineos y el Sistema Ibérico, a lo largo de un itinerario determinado por el ciclo anual del ganado.
Reconocida como Bien de Interés Cultural por el Gobierno de Aragón desde 2011, la práctica de la trashumancia no solo ha generado un importante patrimonio inmaterial compuesto por oficios y saberes, prácticas y creencias, sino un variado conjunto de construcciones quizá todavía poco valorado: caminos y cañadas, bordas y casetas, parideras y arnales, fuentes y abrevaderos..., que salpican aún hoy unos paisajes modelados por la ganadería. Los fondos documentales de SIPCA y DARA ofrecen una panorámica de la compleja historia y el rico patrimonio, tanto inmaterial como material, de la ganadería en Aragón.
Las fiestas populares, la vida cotidiana en las escuelas, la regulación de la venta de vino o aguardiente, pleitos entre vecinos... El día a día de todos nuestros pueblos quedó reflejado en una variada documentación, custodiada hoy en los archivos de sus ayuntamientos. El Servicio de Archivos de la Hoya de Huesca ha organizado y catalogado desde 2006 la documentación de 28 municipios y 45 pueblos de la comarca, con más de 9000 documentos publicados en DARA. Pero su labor va todavía más allá: exposiciones virtuales temáticas, talleres didácticos o juegos de pistas ayudan a acercar este patrimonio documental a niños y adultos.
Con nuevos elementos recién restaurados, el monasterio de Nuestra Señora de Rueda reabrió el año pasado al público tras un prolongado período de cierre. Construido por los monjes de la orden del Císter a orillas del Ebro en el siglo XIII, vivió durante siglos una azarosa historia que ha dejado huellas en la arquitectura. De este modo, una visita a Rueda no solo permite conocer las dependencias canónicas de un monasterio cisterciense medieval, sino recorrer un claustro herreriano o el monumental conjunto hidráulico desarrollado en torno a su noria y al espectacular acueducto gótico.
El monasterio de Rueda no es solo uno de los conjuntos medievales más monumentales de Aragón, sino el protagonista de una azarosa historia a lo largo de más de siete siglos. Enriquecido con un cuantioso patrimonio en las décadas posteriores a su fundación, gobernará un amplio y productivo señorío en torno al Ebro, que no se verá libre sin embargo de conflictos y crisis. Las pestes y hambrunas del siglo XIV, unidas a una mala administración, condujeron a Rueda al borde de la desaparición: el monasterio llega a la Edad Moderna prácticamente en ruinas y sin apenas monjes, sometido a embargos y excomulgado por el propio papa.
A mediados del siglo XII, la fulgurante llegada de la orden del Císter a tierras aragonesas propiciará la colonización de extensos territorios y la construcción de imponentes conjuntos monásticos que materializan su ideal artístico basado en la pureza de las formas: Veruela, Rueda y Piedra, a los que se suman los más modestos cenobios femeninos de Casbas y Cambrón. La reapertura al público del monasterio de Nuestra Señora de Rueda en 2018 nos permite acercarnos a la historia y a la arquitectura del que quizá sea el conjunto monástico cisterciense que conserva con mayor integridad su configuración medieval original.
A partir de 1958 el Régimen franquista inició en todo el territorio nacional una compleja operación con el objetivo de trasladar los restos de víctimas de la Guerra Civil al recién construido Valle de los Caídos, donde hoy yacen aún aproximadamente 34 000 personas. En Aragón los gobernadores civiles de las tres provincias remitieron oficios a los ayuntamientos instándoles a localizar, exhumar y enviar al nuevo mausoleo el mayor número posible de cuerpos. Se estima que los restos de más de 5000 aragoneses fueron trasladados a raíz de esta orden. La correspondencia oficial y la documentación particular fruto de este proceso se encuentra disponible en DARA-Memoria Democrática.
El Franquismo utilizó el sistema judicial como instrumento de legitimación ideológica y puso en marcha mecanismos de represión de cualquier disidencia, mediante organismos como los tribunales militares y las jurisdicciones especiales creadas al efecto. Entre estas, destaca la de Responsabilidades Políticas, cuyo objetivo era castigar a quienes se opusieron al Movimiento Nacional o habían militado en partidos y organizaciones contrarias al régimen. Más de 16 000 aragoneses fueron juzgados por esos tribunales, cuyas condenas suponían multas e incautaciones de bienes o inhabilitaciones profesionales, incluso penas de destierro. Los expedientes de estos procesos judiciales pueden consultarse en el portal DARA-Memoria Democrática.
Del campo de batalla a las penurias de la población civil en la retaguardia, desde la escena épica al detalle íntimo, los fondos fotográficos sobre la Guerra Civil custodiados en los archivos aragoneses componen un variado relato visual sobre nuestro pasado más reciente. Un recorrido a través del legado de cuatro destacados fotógrafos nos permite asomarnos a este inagotable y sorprendente conjunto documental: miles de imágenes que hoy son accesibles a través del portal DARA-Memoria Democrática.
Aventín, Visorio, Superio... Quizás estos nombres, ausentes de los santorales oficiales, nos resulten extraños. Sin embargo, en distintos lugares del Pirineo oriental aragonés podemos encontrar iglesias y ermitas con sus advocaciones. Todas ellas proceden de santos franceses originarios de valles muy cercanos, cuyas biografías incluyen una estancia en valles españoles y testimonian una fluida interrelación entre ambas vertientes en un período oscuro, antes del año 1000, del cual apenas tenemos noticias. Esta interrelación francoespañola se prolongará en siglos posteriores, propiciando continuos intercambios culturales y humanos.
Doncellas encantadas y amores trágicos, tesoros ocultos, monarcas vengativos, princesas hechiceras, martirios y milagros... La presencia islámica en Aragón pervivió en la memoria colectiva generando un sinfín de leyendas que suelen situarse en un indefinido "tiempo de los moros" repleto de prodigios. El testimonio oral de variadas historias de "moros" y "moras" recogidas en SIPCA nos permite trazar un itinerario a través de lugares misteriosos en el Somontano y la sierra de Guara: ermitas y dólmenes, grutas y barrancos, conjuntos rocosos con formas peculiares...
Cuando la leyenda suplanta a la historia tienen lugar curiosos fenómenos culturales. Es el caso de la célebre historia de las dos abuelas, que conocemos bien en la sierra de Guara gracias a su pervivencia en Adahuesca. Sin embargo, en decenas de pueblos de la mitad norte del Alto Aragón se repiten relatos idénticos, que tratan de explicar complejos procesos históricos mediante ingenuas claves narrativas. En todos los relatos, junto a olvidados pueblos "amortados" y pestes legendarias, vemos reaparecer a unas protagonistas invariables: una anónima pareja de ancianas que el tiempo ha revestido de una aureola mítica.
Una devastadora peste medieval diezmó la población del lugar de Sevil, en la sierra de Guara, donde sobrevivieron solo dos ancianas. Rechazadas en su peregrinaje en busca de asilo por todos los pueblos, fueron acogidas al fin en Adahuesca, localidad a la que donarían en agradecimiento sus propiedades en la sierra de Sevil. Hasta aquí, la leyenda... Sin embargo, los sucesos reales que hicieron a Adahuesca dueña del territorio de Sevil fueron muy distintos. Los fondos del archivo de esta localidad documentan un complejo proceso de pleitos y conflictos con los pueblos vecinos durante dos siglos, revelándonos la historia real que hay tras la leyenda popular.
Los documentos de los archivos locales recogen con detalle la vida cotidiana de sus habitantes: pleitos y conflictos, contratos y negocios, calamidades colectivas y festejos, que paulatinamente van configurando la historia de los pueblos. Gestionados hoy desde las comarcas, estos modestos centros a veces nos sorprenden con inesperados tesoros ocultos. Es el caso de la localidad de Adahuesca, en el Somontano, en cuyo excepcional fondo documental vemos literalmente confluir la historia y la leyenda.
La vida cotidiana en las masías, condicionada por el aislamiento y las interminables jornadas de trabajo, moldeó el carácter de sus habitantes. A pesar de una gran diversidad, pues hubo masías ricas y masías modestas, el mundo masovero se caracterizó por unas complicadas relaciones con los habitantes de los pueblos cercanos, una autarquía forzosa y un difícil acceso a servicios básicos como la educación o la sanidad. En este contexto, los pobladores de las partidas masoveras establecieron estrechas relaciones con sus vecinos más próximos. Entre ellas destacamos ciertas peculiares fiestas masoveras: los bureos.
Grandes territorios con escasos recursos y orografías complejas fueron ocupados desde la Edad Media por una densa red de masías y pardinas. Agrupadas en muchas ocasiones en "barrios" o partidas masoveras con servicios comunes (capillas o escuelas), la proliferación de redes de caminos, muros de piedra seca, bancales cultivados y estructuras de riego fue configurando paulatinamente singulares paisajes, jalonados de hitos arquitectónicos entre los que destacan las espectaculares masías torreadas.
Desde la alta Edad Media, la distribución de los campesinos en viviendas dispersas permitió poblar y poner en cultivo grandes territorios de orografía compleja, desde el prepirineo hasta las serranías turolenses. Durante un milenio, los mases, las masías, las pardinas... fueron configurando un mundo singular, al margen de los pueblos y sus habitantes, de una gran riqueza cultural. Condenado hoy por la despoblación, quedan sus testimonios en nuestros archivos, gracias a los cuales podemos conocer procesos históricos, paisajes culturales, monumentales arquitecturas e incluso las vivencias, canciones y anécdotas de la dura vida de los masoveros.
La incorporación a SIPCA de nuevos inventarios no solo nos permite acrecentar nuestra información sobre patrimonios poco conocidos, sino proponer hoy un itinerario cultural a través de diversos molinos de aceite de las tres provincias, desde el Bajo Aragón a los somontanos altoaragoneses, sin olvidar ciertos singulares conjuntos preindustriales en la vertiente norte de la sierra de Guara. Pero antes de iniciar nuestro recorrido, algunos apuntes sobre los propietarios y los trabajadores de las almazaras nos ayudarán a imaginar mejor estas arquitecturas cuando aún se encontraban en funcionamiento.
De la baja Edad Media al siglo XIX, la expansión del cultivo del olivo supuso en Aragón la configuración de un singular paisaje salpicado de cientos de almazaras. Alrededor de ellas se fue desarrollando un variado entramado de derechos feudales, conflictos y pleitos al que hoy nos asomamos a través de los fondos de nuestros archivos. En ellos encontramos abades medievales y nobles ilustrados, comerciantes urbanos, famosos arquitectos, molineros..., cuyas historias vuelven a dar vida a los monumentales restos de las almazaras que todavía perduran.
Paisajes y creencias, prácticas y conflictos, infraestructuras y arquitecturas... El patrimonio cultural generado por el cultivo del olivo a lo largo de la historia es tan diverso como singular. El proceso de producción de aceite en las almazaras nos servirá como hilo conductor para asomarnos a él y recorrer unas arquitecturas de una sorprendente monumentalidad, que la documentación de nuestros archivos y la memoria oral nos ayudan también a interpretar.
Sumido en una larga crisis a partir del siglo XVI y abandonado a su suerte tras la Guerra Civil, el monasterio de San Victorián, uno de los principales centros de poder de la historia medieval del Pirineo, parecía condenado a la ruina. Sin embargo, las sucesivas campañas de restauración del Gobierno de Aragón y las actividades de dinamización emprendidas por el Ayuntamiento de El Pueyo de Araguás y la Comarca de Sobrarbe han devuelto a San Victorián parte del esplendor y la vitalidad perdidos, convirtiéndolo en un espectacular enclave turístico.
Seña de identidad para los habitantes de Sobrarbe y espectacular enclave turístico, el monasterio de San Victorián es además uno de los protagonistas de la historia medieval del Pirineo. Convertido a partir del siglo XI en el delegado de la nueva monarquía aragonesa en las montañas orientales del reino, gozó de un señorío que abarcaba cincuenta y cuatro villas y aldeas entre los valles del Cinca y el Isábena, se enriqueció con sus diezmos y rentas, y cristianizó a sus habitantes construyendo iglesias que difundirán las novedosas formas románicas venidas de Francia.
En las décadas finales del siglo XVIII los más poderosos nobles aragoneses, como el duque de Híjar o el conde de Aranda, ricos comerciantes, cabildos y concejos se disputan los servicios del célebre arquitecto zaragozano Agustín Sanz. Para ellos realizó innovadores templos y suntuosos palacios, pero también modestas obras utilitarias: molinos y almazaras, azudes y hornos. Su vertiginosa carrera de éxitos se truncó sin embargo en sus últimos años, marcados por los cambios del gusto de la época y una laboriosa adaptación a los nuevos tiempos.
Los avatares bélicos y los cambios del gusto sumieron la figura del arquitecto zaragozano Agustín Sanz, tras su muerte en 1802, en un olvido que ha durado dos siglos. Sin embargo, fue uno de los más célebres arquitectos de la España del siglo XVIII, trabajó para los más destacados personajes de la época y ha dejado su huella en decenas de importantes monumentos, tanto en Zaragoza -la Santa Capilla del Pilar o la iglesia de la Santa Cruz- como en otros lugares de Aragón: Urrea de Gaén, Épila, Vinaceite, Sariñena, La Puebla de Híjar...
La concurrida romería celebrada el 25 de junio en Yebra no es el único festejo pirenaico en torno a Santa Orosia: ese mismo día tiene lugar en Jaca una compleja sucesión de rituales, acompañados de músicas y dances, que culmina con la exhibición anual de la reliquia. Y, para concluir nuestro recorrido por el patrimonio que el culto a Santa Orosia ha ido generando durante diez siglos, rescatamos arcaicos rituales olvidados (rogativas en tiempos de sequía y curaciones de "endemoniados") y visitamos las obras de arte y objetos de culto custodiados en nuestros museos.
El reparto de las reliquias de Santa Orosia entre Jaca y Yebra originó un fenómeno peculiar: una devoción fragmentada en torno a dos lugares, cada uno con sus propios santuarios y ritos. Destaca entre ellos el complejo entramado de cultos, ceremonias, dances y capillas surgido alrededor de la gran romería del 25 de junio en Yebra de Basa. Lo reconstruimos a través de músicas, testimonios orales, fotografías antiguas, arquitecturas y obras artísticas.
La leyenda medieval que narra el martirio de una joven princesa venida de Bohemia ha ido generando a lo largo de los siglos un complejo conjunto de creencias y prácticas en el Pirineo central, en torno sobre todo a Jaca y Yebra de Basa. La reciente declaración como bien de interés cultural inmaterial de las romerías, los ritos y las tradiciones en torno a Santa Orosia refrenda la riqueza y singularidad de un fenómeno cultural materializado en leyendas y romances, dances y romerías, obras de arte y ermitas.
Durante aproximadamente 700 años la orden de Calatrava detentó un rico señorío en el Bajo Aragón. Desde el castillo de Alcañiz gobernó un dominio compuesto por 35 pueblos, a los que fue dotando de las imprescindibles infraestructuras defensivas, religiosas, fiscales... Castillos y casas solariegas, santuarios e iglesias, molinos y hornos, muy desigualmente conservados hoy, son el testimonio del rico patrimonio medieval y moderno de los calatravos en las actuales comarcas del Bajo Aragón y del Matarraña.
Las singulares estrategias empleadas por el rey Alfonso II durante el siglo XII para conquistar, poblar y defender el sur de Aragón tuvieron importantes consecuencias: diversas órdenes militares (templarios, sanjuanistas, calatravos) se instalaron en amplios territorios del Bajo Aragón y el Sistema Ibérico, donde configuraron prósperos dominios feudales casi independientes del poder real. La orden castellana de Calatrava gobernó desde Alcañiz un señorío de 35 pueblos, a los que dotó de castillos e iglesias, molinos y hornos, generando un rico patrimonio que se conserva hoy de forma desigual.
Recientes investigaciones han atribuido a maestros musulmanes, que trabajarían en el siglo XV, varias obras oscenses consideradas hasta ahora cristianas y del XVI. De este modo, los salones nobles del Ayuntamiento y el gran alero de la catedral se suman al alfarje del palacio de Villahermosa y al recientemente restaurado salón del Tanto Monta del palacio episcopal de Huesca para configurar uno de los conjuntos de techumbres mudéjares más espectaculares de Aragón.
El misterio continúa envolviendo el significado de las imágenes que decoran la techumbre mudéjar del palacio de Villahermosa en Huesca, una de las más singulares y destacadas obras del arte medieval aragonés. La exuberante decoración pintada en canes y jácenas (animales monstruosos y seres fantásticos, personajes representados en actitudes grotescas y violentas) ha sido recientemente interpretada como una alegoría antisemita ejecutada en las últimas décadas del siglo XIII por unos artífices que pudieron intervenir poco después en la techumbre de la catedral de Teruel.
La reciente restauración y reapertura de la techumbre del salón del Tanto Monta en el palacio episcopal de Huesca enriquece el aún poco conocido conjunto de techumbres mudéjares de Huesca. Prácticamente ausente en la geografía del mudéjar aragonés hasta hace una década, el descubrimiento de la espectacular techumbre del siglo XIII en el palacio de Villahermosa y la atribución de obras como los salones del ayuntamiento o el alero de la catedral de Huesca a maestros musulmanes, han convertido a Huesca en uno de los más destacados focos aragoneses de la carpintería medieval mudéjar.
La lenta transición del Gótico al Renacimiento coincidió en Aragón con una general prosperidad económica y con la presencia de cultos mecenas, convirtiendo al siglo XVI en uno de los períodos más brillantes de nuestra historia cultural. Destacados artistas y arquitectos, como Jerónimo Vallejo Cósida, Martín de Miteza o Pierres Vedel, se congregaron en torno al arzobispo zaragozano Hernando de Aragón, que sufragó algunas de las más importantes empresas arquitectónicas de la época en las provincias de Zaragoza y Teruel.
Nieto natural de Fernando II e hijo de un arzobispo, Hernando de Aragón fue uno de los hombres más poderosos e influyentes del reino durante el siglo XVI. Arzobispo de Zaragoza y virrey de Aragón, su enorme fortuna, su afán de prestigio y sus inquietudes culturales se tradujeron en una intensa labor de mecenazgo artístico: la ampliación de la Seo de Zaragoza, la renovación del monasterio de Veruela y la construcción de la cartuja de Aula Dei son algunos ejemplos.
Torres y campanarios, galerías y pórticos, castillos medievales reutilizados... Lugares elevados y abiertos a los cuatro puntos cardinales, todos ellos fueron utilizados desde el siglo XV hasta hace unas décadas para combatir y alejar las tormentas mediante rituales y conjuros. Junto a los singulares esconjuraderos del Pirineo y prepirineo, templetes erigidos en las proximidades de ciertas iglesias, configuran un variado mapa de arquitecturas modeladas por las creencias populares en todo el territorio aragonés.
A finales de la Edad Media la Iglesia comenzó a regular un heterogéneo conjunto de prácticas y creencias populares. Entre ellas destacan los ritos destinados a combatir ciertos fenómenos naturales dañinos, como las tormentas, las plagas, las sequías... Las ceremonias ortodoxas prescritas por la Iglesia en manuales de conjuros y exorcismos convivieron desde el siglo XVI con las supersticiones populares del mundo rural. Las bibliotecas y los archivos de tradición oral conservan testimonios de ambos tipos de rituales.
Las tormentas, las plagas y otras calamidades naturales fueron una preocupación constante en el mundo rural aragonés. Siendo considerados fenómenos malignos enviados por el diablo, para combatirlos se desarrollaron variados rituales a mitad de camino entre la magia y la religión. Documentadas por primera vez en Daroca en 1462 y conservadas en diversos pueblos del Pirineo hasta hace unas décadas, estas prácticas y creencias nos han legado un rico patrimonio: diversas construcciones utilizadas como esconjuraderos, noticias documentales y testimonios de la memoria oral.
La concurrencia de miles de forasteros y dinero abundante congregaba en torno a las ferias de ganado a una multitud de personajes turbios. Todos los años, la feria de San Andrés transformaba durante unas semanas la fisonomía de la ciudad de Huesca: atracciones de feria y barracas de cine, puestos ambulantes de comida y bebida, teatros de variedades, prostíbulos..., en torno a los cuales pululaban carteristas y embaucadores, charlatanes, dudosas cupletistas y cientos de tratantes de ganado cuyo dinero cambiaba fácilmente de manos. La memoria oral y la fotografía conservan vívidos testimonios de un ambiente entre el costumbrismo y la picaresca.
El otoño ha sido en Aragón tradicionalmente el tiempo preferido para celebrar las ferias ganaderas. Desde el siglo XII hasta hace poco más de cincuenta años, las principales poblaciones aragonesas organizaban anualmente sus ferias bajo una rígida reglamentación. Entre ellas destaca la de San Martín y San Andrés en Huesca, a la que concurrían cientos de tratantes procedentes de todas las regiones de España para comprar las mulas que los montañeses criaban durante el año en el Pirineo. La concurrencia de forasteros y la circulación de abundante dinero transformaban durante unas semanas el paisaje urbano y la vida de sus habitantes.
Antes de la construcción de los actuales puentes sobre el Ebro, era imprescindible recurrir a las barcas de paso para trasladarse de una orilla a otra. En cada pueblo hubo al menos una barca. La documentación y la memoria oral ofrecen un variado panorama del abanico de tipos humanos que durante siglos confluyó en torno a ellas: los propios ribereños, mercaderes y arrieros, soldados y pastores. Entre ellos destaca la figura del propio barquero, un oficio ingrato y sacrificado que deparaba escasos beneficios y frecuentes peligros.
Entre las numerosas embarcaciones que surcaron el Ebro hasta hace unas décadas, destacan las barcas de paso. Hubo una en cada pueblo, que, cotidianamente, desde la Edad Media hasta hace unas décadas, trasladó de una orilla a otra a viajeros y arrieros, soldados y pastores, monjes y vagabundos, así como a los propios ribereños. Tras su muy reciente desaparición, nos han legado historias, vivencias que combinan épica y picaresca, documentos de archivo y algunas construcciones poco conocidas que configuran un paisaje singular.
El archivo sonoro del investigador Enrique Satué, compuesto por casi 3000 grabaciones recientemente integradas en SIPCA, no solo ofrece un variado panorama de la vida tradicional del Pirineo, sino que documenta las drásticas transformaciones sufridas por el mundo rural durante el siglo XX. Una selección de testimonios orales, en los que la memoria personal confluye con la historia colectiva, ofrece una mirada diferente sobre dos de los acontecimientos y procesos más significativos del pasado siglo: la Guerra Civil y la despoblación.
Las casi 3000 grabaciones sonoras que el historiador y etnógrafo Enrique Satué ha donado a SIPCA ofrecen un profundo y variado panorama de la vida tradicional en el Pirineo central y sus transformaciones a lo largo del siglo XX. Grabadas durante varios años a lo largo de toda la cordillera, sus habitantes hablan en estas entrevistas de paisaje y creencias, de trabajos y fiestas, del ciclo de la vida, de guerras y pantanos... Un inagotable caudal de información, vivencias e imágenes, del que entresacamos algunos ejemplos.
A finales del siglo XVIII, en una pequeña aldea pirenaica, una familia de la baja nobleza va a ver alterada su apacible existencia debido a un testamento y una extraña boda, y sus descendientes se convertirán en embajadores, ministros, cardenales... El fondo documental de los Bardají de Graus continúa relatando una apasionante saga familiar a través de escenarios como la casa señorial de Puyarruego, el monasterio de San Victorián y un palacio en Graus. A ella se asomarán personajes célebres como José Nicolás y Félix de Azara o incluso el zar de Rusia Alejandro I, Manuel de Godoy, Napoleón y Fernando VII.
Entre los documentos privados custodiados en los archivos aragoneses, destaca por su riqueza y singularidad el fondo de la familia Bardají de Graus: más de 2000 documentos, fechados entre 1396 y 1952, que relatan la historia de una familia de la pequeña nobleza montañesa en la que hubo bandoleros y contrabandistas, espías e inquisidores, clérigos y notarios, e incluso un cardenal y un embajador, y cuyos palacios y casas solariegas continúan en pie en diversos pueblos del Pirineo oriental altoaragonés.
Ladrones, incendiarios, asesinos, falsificadores... Cualquier criminal y delito posible era contemplado en los detallados estatutos penales que fueron promulgando los concejos rurales a lo largo de la Edad Moderna. En el siglo XVI, mientras los delincuentes ocasionales son juzgados con ejemplar dureza en villas y pueblos bajoaragoneses, el Pirineo vive aterrorizado por los bandoleros que campan a sus anchas en grandes cuadrillas. Hoy quedan las cárceles que albergaron a unos y a otros, junto a las variadas historias judiciales narradas por los fondos de nuestros archivos.
Las cárceles del Antiguo Régimen son el testimonio de uno de los períodos más turbulentos de la historia aragonesa. Abandonadas durante siglos, hoy muchas de ellas han sido restauradas y musealizadas, y pueden visitarse en ayuntamientos del siglo XVI o en viejos torreones medievales. Sus muros, decorados aún por los abigarrados graffiti de los presos, albergaron múltiples historias de violencia y delitos, juicios y castigos, que han quedado documentadas en nuestros archivos.
Casetas y bancales, lindes y caminos... Los paisajes aragoneses han sido transformados a lo largo de los siglos por una práctica constructiva milenaria que vuelve a estar de actualidad. Mientras se multiplican las iniciativas para su recuperación, la técnica de la arquitectura en piedra seca ha sido declarada Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés. Además, Aragón participa actualmente en la candidatura europea que ha solicitado el reconocimiento de esta técnica como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por parte de la UNESCO.
Habitados por ninfas y otros misteriosos seres femeninos, los cursos de agua han venido nutriendo de leyendas el imaginario popular europeo desde la antigüedad grecolatina. En Aragón, las hadas y encantarias, las moras hechizadas y las lamias, pueblan habitualmente fuentes y manantiales. A partir de la Edad Media, la Iglesia, en una estrategia de apropiación simbólica del territorio, fue cristianizando muchos de estos lugares: construyó santuarios en sus inmediaciones y los convirtió en escenario de leyendas sagradas y de curaciones milagrosas.
La necesidad cotidiana de agua de boca ha generado a lo largo de la historia un variadísimo conjunto de construcciones, fruto de los condicionantes del medio físico y de los conocimientos técnicos de cada época. Nuestro territorio está jalonado por cientos de acueductos y de fuentes, pozos, aljibes, balsas... cuya construcción y aprovechamiento han ido quedando documentados en nuestros archivos, mientras su uso diario dejaba sus huellas en la literatura y música popular.
El patio de la Infanta oculta un complejo mensaje simbólico, cifrado en su escultura y su decoración: una exaltación del amor, en general, y del matrimonio de Gabriel Zaporta y Sabina Santángel, en particular. Así, poderosos monarcas históricos y célebres parejas de amantes literarios tutelan la ceremonia nupcial, representada mediante un exacto horóscopo esculpido que remite a la hora y el día de la boda. Es fruto de una época en que los astros eran consultados para averiguar las fechas más propicias para el inicio de cualquier empresa: un matrimonio, un viaje, una batalla...
Durante el siglo XVI Zaragoza es una de las ciudades más prósperas, cultas y dinámicas de la península. Por iniciativa del Concejo y la Iglesia, suntuosos edificios jalonan un espacio urbano renovado, mientras una nueva clase de mercaderes enriquecidos compite con la aristocracia en la construcción de lujosas viviendas. Entre ellos destaca Gabriel Zaporta, cuyo palacio albergará una de las obras más singulares y enigmáticas del Renacimiento español: el patio de la Infanta.
Tras las penosas tareas invernales de acopio y empozado, el entorno de los pozos de nieve volvía a cobrar vida con los primeros calores. Era el momento de extraer los bloques de hielo, transportarlos de noche a las ciudades y venderlos en las neverías, un complejo proceso regulado por detallados contratos entre los concejos, los arrendadores de los pozos y los mercaderes. Con abundantes muestras conservadas en nuestros archivos, esta documentación nos ayuda a entender la monumental y sobria arquitectura de los centenares de pozos de nieve repartidos aún por todo el territorio aragonés.
El consumo de nieve, convertido en moda terapeútica y gastronómica en la España del siglo XVI, generó un importante conjunto de construcciones para su producción y almacenamiento. En Aragón, más de 500 pozos de nieve y hielo, repartidos por toda nuestra geografía, abastecieron a ciudades y pueblos. En torno a ellos se desarrolló un complejo entramado socioecónomico, con rígidas normas que regulaban las actividades de los empozadores, arrendadores, trajineros y comerciantes. Hoy, los monumentales restos de los pozos se integran en las rutas turísticas, mientras los archivos conservan la memoria escrita del comercio de nieve y sus conflictos.
El archivo sonoro de Rafael Ayerbe, grabado durante más de 15 años de viajes a través de la geografía altoaragonesa, no solo contiene músicas populares. Compuesto por alrededor de 3500 cintas magnetofónicas, atesora también testimonios únicos sobre casi cualquier faceta imaginable de la cultura tradicional, desde la indumentaria a las romerías, sin olvidar una variada muestra de la literatura popular de transmisión oral: romances y coplas, relatos, leyendas...
A lo largo de más de 15 años, desde finales de la década de los setenta, el folclorista Rafael Ayerbe recorrió la provincia de Huesca grabando las músicas de fiestas populares, romerías, rondas, festivales..., con destino a su programa radiofónico "Joteros del Alto Aragón". En la actualidad el Instituto de Estudios Altoaragoneses está digitalizando y publicando en SIPCA los fondos de su archivo sonoro: 3700 cintas magnetofónicas que recogen la voz de célebres joteros altoaragoneses (Joaquín Campodarve y Camila Gracia, la familia Seral) junto a sorprendentes cantantes inéditos.
Los fortines de las serranías orientales turolenses y las "torres ópticas" del Ebro son testimonio de unos conflictos que ensangrentaron España durante buena parte del siglo XIX. Diarios personales, canciones y proclamas dan vida a estas arquitecturas desde nuestros archivos.
Los últimos años del franquismo y la transición a la democracia fueron un período complejo y conflictivo, difícil de entender por quienes no lo vivieron. La incorporación del archivo de Comisiones Obreras a DARA ofrece nuevos datos y visiones complementarias sobre algunos de los fenómenos más característicos del período: las luchas obreras en la clandestinidad, las cárceles franquistas, la legalización de partidos y sindicatos, y los multitudinarios mítines y asambleas de los primeros años de la Transición.
El primer tercio del siglo XX trajo consigo una conflictividad social sin precedentes, fruto del auge de la industrialización y de la consolidación del movimiento obrero tras la creación de los sindicatos socialista y anarquista. El archivo sonoro de la Fundación Bernardo Aladrén (UGT) contiene entrevistas a los protagonistas de algunos significativos hitos de este período (violencia callejera e insurrecciones anarquistas contra la República), que ofrecen una perspectiva complementaria a las fuentes oficiales custodiadas en otros archivos integrados en DARA.
Cuatro ermitas, ubicadas en espectaculares enclaves, jalonan los lugares en los que transcurrió la vida de San Úrbez, según la biografía legendaria del santo pirenaico. Unidas entre sí por la tradición, y hasta hace poco más de medio siglo por complejos y arcaicos rituales, siguen configurando en la actualidad un itinerario repleto de símbolos y huellas culturales desde el cañón de Añisclo al valle de Nocito.
Tras un accidentado inicio del siglo XIX, la desamortización de Mendizábal supone en 1835 el abandono definitivo de las tres cartujas aragonesas y el comienzo de una historia singular para cada una de ellas: de la reconversión en balneario de Nuestra Señora de las Fuentes a la compra de Aula Dei por cartujos franceses 70 años después, pasando por la especulación urbanística que convirtió el recinto del monasterio de Miraflores en el actual pueblo de la Cartuja Baja.
La fundación de la orden cartujana a finales del siglo XI supone no solo la creación de una nueva fórmula de vida monástica, sino también de un peculiar tipo de monasterio adaptado a ella. Tras la implantación de la orden en Aragón a principios del siglo XVI, se construyeron tres grandes complejos monásticos -las cartujas de las Fuentes, Aula Dei y Miraflores- que conjugan monumentalidad arquitectónica, singularidad estructural y poco conocidos conjuntos pictóricos.
La reutilización de los edificios e infraestructuras industriales permite la pervivencia de interesantes paisajes culturales. Es el caso de Beceite, cuyas fábricas, tras dos siglos de intensa historia, cerraron sus puertas en la década de 1970 para ir convirtiéndose paulatinamente en complejos culturales, residenciales y hoteleros.
Mientras, los habitantes de Beceite recuerdan con nostalgia los años de prosperidad y festejos en torno a las fábricas.
Asomarnos al patrimonio industrial aragonés no supone únicamente recorrer un sugerente conjunto de edificios e infraestructuras, sino conocer insólitos paisajes e interesantes historias colectivas.
Un ejemplo es el singular complejo papelero de Beceite y Valderrobres: construido entre 1776 y 1810 para aprovechar la energía suministrada por las aguas del río Matarraña, se trata de un conjunto de 14 fábricas, con sus correspondientes azudes y canales, que transformaron tanto su entorno físico como la vida de sus habitantes.
Desde hace casi cuatro siglos, el 7 de diciembre se celebra en Huesca el Tota Pulchra, una multitudinaria ceremonia de exaltación de la Inmaculada promovida por el cabildo de la catedral, el concejo y la antigua universidad oscense. Declarado Bien de Interés Cultural por el Gobierno de Aragón en 2013, este ritual, con profundas raíces en la cultura y la religiosidad barrocas, nos permite asomarnos también al rico patrimonio cultural legado por la desaparecida Universidad Sertoriana y sus colegios mayores.
La Estación Internacional de Canfranc, joya del patrimonio ferroviario aragonés, se inauguró en 1928 en el valle de los Arañones, un enclave estratégico llamado a ser la puerta de entrada a Europa. En los últimos tiempos se acumulan las noticias en torno a la rehabilitación y reapertura de la estación, un proyecto largamente reivindicado en Aragón.
Desde la Edad Media, cada otoño, cuando miles de anguilas se dirigían al mar a desovar, los habitantes de la ribera del Ebro tendían sus aparejos en el río. En todos los pueblos había al menos una familia de pescadores profesionales, que arrendaban y explotaban los más rentables puntos de captura: molinos y noriales. La documentación y la memoria oral de los ribereños nos permite reconstruir esta insólita y poco conocida interrelación entre el patrimonio hidráulico y la pesca.
El Ebro condicionó durante siglos la vida de los habitantes de sus orillas. Las monumentales arquitecturas hidráulicas de origen medieval y un riquísimo acervo de costumbres son el testimonio, en la actual comarca de la Ribera Baja, de esta relación del hombre con el río.
Los museos aragoneses conservan más de un millar de obras y documentos del polifacético artista : pinturas, esculturas, grabados, dibujos..., en un amplio abanico de estilos y técnicas. Las actuales exposiciones en el IACC Pablo Serrano y el Museo de Huesca nos permiten adentrarnos en su rico legado.
Un recorrido por la Huesca del primer tercio del siglo XX nos permite adentrarnos en las múltiples facetas de Ramón Acín a través de algunos de los lugares donde vivió y trabajó. Próximamente, la actual exposición del IAACC Pablo Serrano nos introducirá en la amplia y variada obra del artista conservada en los museos aragoneses.
El primer tercio del siglo XX es testigo de la construcción de cientos de escuelas, basadas en modernos principios pedagógicos. Apenas unas décadas después, la despoblación del mundo rural condenó a muchas de ellas a la ruina. El Museo Pedagógico de Aragón conserva objetos e historias de la escuela rural aragonesa.
Entre los recursos informativos accesibles a través del portal SIPCA destacan las redes CERES, que presenta las colecciones de los 25 principales museos aragoneses, y DARA, con documentación y fotografía antigua procedente de 65 archivos aragoneses.
SIPCA es una red de colaboración institucional, a través de la cual 25 organismos públicos aragoneses comparten herramientas e intercambian información. Esto les permite ofrecer amplios recursos informativos sobre temas como patrimonio arquitectónico o archivos sonoros en su portal web.